La visión sistémica del síntoma se apoya en el
concepto de circularidad, donde
todos los miembros del sistema familiar tienen influencia sobre todos.
El síntoma de un miembro del grupo familiar
representa un funcionamiento familiar disfuncional, para comprenderlo, al
síntoma, se debe poner la mirada no solo en el portador, en el paciente identificado, sino también en el
sistema familiar circundante, ya que el síntoma cumple, entre otras, la función
de mantener el equilibrio de dicho sistema.
El estudio de la conducta sintomática y la terapia misma deben ser asumidos en
términos relacionales.
Otras de las funciones que el síntoma ejerce en
el sistema familiar, son definir la situación donde el panorama es confuso, salvaguardar
al portador del síntoma, desviar la atención de problemas mayores, reajustar
fuerzas dentro del sistema familiar, redefinir el estatus de los diferentes
miembros del sistema, y por último, la función más esencial de todas, es que el
síntoma puede constituir un motor de
cambio familiar ante una situación de disfuncionalidad, en este sentido, es
importante tener en cuenta el hecho paradójico de que el síntoma, a pesar del
sufrimiento que puede llegar a generar, no es un enemigo de la familia, sino un
vehículo de cambio hacia la funcionalidad.
El síntoma es una excusa para la terapia, así
pues, el objetivo terapéutico va más allá de la erradicación del síntoma en el
paciente identificado; el fin último del profesional es que la familia logre, a
partir del acompañamiento y la ayuda terapéutica, detectar y modificar las
dinámicas disfuncionales, reestructurándose como sistema.
“la solidité d’une chaine est celle de son maillon le
plus faible”
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